Un estudio reciente de la Universidad de Gotemburgo examinó cómo los adolescentes suecos han valorado su bienestar mental a lo largo de dos décadas. Al comparar a los adolescentes de 2004 y de 2019-2020, los investigadores encontraron una tendencia sorprendente: si bien en general más adolescentes informan un alto bienestar mental, aquellos que luchan con síntomas depresivos reportan sentimientos significativamente peores que las generaciones anteriores a la misma edad.
Un reciente estudio de la Universidad de Gotemburgo revela una tendencia compleja y algo paradójica en el bienestar mental de los adolescentes suecos. Si bien la proporción general de adolescentes que informan síntomas depresivos ha aumentado, un panorama más matizado emerge al examinar los extremos del bienestar mental. La investigación, publicada en *Journal of Affective Disorders Reports*, analizó datos de dos cohortes de adolescentes de 13 a 16 años, una de 2004 y otra de 2019–2020, utilizando el reconocido internacionalmente Children’s Depression Inventory (CDI) para evaluar los síntomas depresivos y el bienestar mental. Este estudio destaca una divergencia: más adolescentes informan niveles excepcionalmente altos de bienestar mental, mientras que aquellos que luchan lo hacen con síntomas depresivos significativamente más graves en comparación con generaciones anteriores.
El hallazgo central del estudio se centra en el cambio en la distribución de las puntuaciones de bienestar mental. En 2004, solo el 15 por ciento de los adolescentes informaron puntuaciones CDI muy bajas, lo que indica un fuerte bienestar mental. Sin embargo, esta cifra aumentó drásticamente al 33 por ciento en la cohorte de 2019–2020. Este aumento sustancial sugiere que un número creciente de adolescentes están experimentando una salud mental positiva. Por el contrario, la proporción de adolescentes que informan síntomas depresivos también ha aumentado, pasando del 21 por ciento en 2004 al 29 por ciento en 2019–2020. Si bien este aumento no se considera “dramático” en el contexto del estudio, representa un cambio notable en el panorama general de la salud mental adolescente.
El aspecto más llamativo del estudio, sin embargo, radica en la intensificación del sufrimiento reportado por aquellos que experimentan síntomas depresivos. Los adolescentes de la cohorte de 2019–2020 que informaron síntomas depresivos consistentemente se calificaron a sí mismos con puntuaciones más altas en medidas de pensamientos autocríticos y negativos que sus pares de 2004. Esto sugiere que la *intensidad* de los síntomas depresivos ha aumentado, incluso a medida que más adolescentes informan sentirse excepcionalmente bien. Según Carl Wikberg, enfermero distrital y profesor asociado en Sahlgrenska Academy, “Aquellos que informan altos niveles de síntomas depresivos hoy en día se califican a sí mismos significativamente más que aquellos de cohortes anteriores”. Este hallazgo subraya una tendencia preocupante de sufrimiento creciente entre los adolescentes vulnerables.
Específicamente, la evaluación CDI reveló tres afirmaciones que resonaron fuertemente entre los adolescentes que informaron síntomas depresivos en la cohorte de 2019–2020. Estas afirmaciones, “Nada es divertido en absoluto”, “Soy malo todo el tiempo” y “Nunca puedo ser tan bueno como otros niños”, ilustran un sentido generalizado de desesperanza, autodesprecio e inadecuación. La prevalencia de estos sentimientos, particularmente entre las mujeres jóvenes, es motivo de preocupación, como señala Wikberg: “El hecho de que algunos jóvenes informen un fuerte autodesprecio es preocupante y puede hacernos sentir desesperación”. Esto destaca la necesidad de intervenciones específicas para abordar estas áreas específicas de sufrimiento.
A pesar de los hallazgos preocupantes, el estudio también ofrece un rayo de esperanza. El aumento de los adolescentes que informan puntuaciones CDI muy bajas, lo que indica un fuerte bienestar mental, sugiere que la salud mental general está mejorando para una parte significativa de la población. Wikberg enfatiza este punto, diciendo: “Sin embargo, también hay esperanza: estamos viendo una proporción mayor de adolescentes en el extremo más bajo de la escala, lo que significa que su bienestar mental ha mejorado. Así que la tendencia no es del todo negativa”. Esta doble tendencia – aumentar el bienestar para algunos, mientras que intensifica el sufrimiento para otros – presenta un desafío complejo para los profesionales de la salud mental y los responsables de la formulación de políticas.
El estudio reconoce que precisar las razones precisas detrás de estos cambios sigue siendo esquivo. Sin embargo, los investigadores sugieren que el discurso público en evolución en torno a la salud mental puede desempeñar un papel importante. Una actitud más abierta y aceptante hacia los problemas de salud mental, junto con un mayor acceso al tratamiento, podría influir en cómo los jóvenes describen su bienestar en las autoevaluaciones. Esto no significa necesariamente que la salud mental sea inherentemente mejor, sino que los jóvenes pueden estar más dispuestos a reconocer y articular sus luchas, lo que lleva a una información más precisa.
En última instancia, el estudio subraya la importancia crítica de la detección proactiva de la salud mental y los servicios de apoyo, particularmente dentro de los entornos escolares y la atención primaria. Herramientas como el CDI brindan oportunidades valiosas para identificar a los adolescentes en riesgo y conectarlos con intervenciones adecuadas. Al utilizar estas herramientas de detección, los proveedores de atención médica pueden detectar las primeras señales de advertencia de sufrimiento y brindar apoyo oportuno, lo que podría prevenir desafíos más graves de salud mental. El estudio involucró a 617 adolescentes de 13 a 16 años en 2019–2020 y un grupo de comparación de 80 adolescentes de la misma edad de 2004, proporcionando un conjunto de datos sólido para analizar estas tendencias e informar futuras intervenciones.
A pesar de un aumento en el bienestar mental reportado por adolescentes, existe una preocupante tendencia: aquellos que luchan con síntomas depresivos ahora califican sus sentimientos significativamente peor que generaciones anteriores, mostrando una mayor autocrítica. Este cambio, posiblemente vinculado a la evolución de la conversación sobre salud mental, subraya la necesidad urgente de detección temprana y apoyo en los servicios de salud escolar y atención primaria para identificar y ayudar a los jóvenes en riesgo, lo que exige una mayor inversión en recursos de salud mental adolescente.
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